UNA BUENA BRUJA

Conjura con aromas y flores nocturnas, cabellos suyos, miel y agua bendita. Macera con un poco de lavanda en una botella que dice sus nombres. Espera y abrirá la puerta para recibir las flores de él.

Guarda sus 72 cartas envueltas en un pañuelo de seda color violeta. Nadie más puede tocarlas. Sus cartas han sido conjuradas en luna llena con incienso y mirra.

Una buena bruja entiende el lenguaje de los astros que con cada movimiento hablan. Porque el universo tiene su propio ritmo y los animales, y las plantas y las gentes, también tiene su propio ritmo.

Una buena bruja escribe los conjuros en un cuaderno empastado con cuero repujado y bordes de plata.

Una buena bruja sabe qué decir, a quién y en qué momento.

Transforma, no sólo personas en sapos o sapos en príncipes. Convierte el agua el líquido ambarino que guarda en frascos de vidrio para sanar.

Cuenta los días y acierta en el más propicio para cada tipo de conjuro.

Usa la escoba para barrer y barre intensamente. Limpia todo. Transmuta.

Vuela sin escoba y su mente es prodiga para hallar.

Una buena bruja no esconde su cara. Su caminar es ondeante como de pantera y no hay cazador, ni inquisición que pueda atraparla.

Una buena bruja guiña un ojo y dibuja sonrisas, provoca temblores ocultos, temblores marinos, temblores de tierra, abre puertas, ventanas, se hace viento y tempestad si es necesario.

Una bruja de verdad no teme, porque su pacto es con la fuerza universal.

Tiene consejeros inmateriales que le hablan, le guían y le cuidan siempre.

Una buena bruja se protege con guirnaldas de rosas rosadas, una cruz y una oración. Repite Padre Nuestro y la fuerza de la palabra repetida la alimenta.

Una buena bruja tiene un caldero pequeño para cocer brebajes que luego dejara macerar, por un mes o dos, en hermosas botellas largas, verdes o azules.

Guarda una moneda antigua de oro en un taleguito negro con una cruz bordada y sólo ella sabe de sus usos.

Ora frente a una vela y su llama le trae imágenes, cierra sus ojos y la llama sigue allí iluminando cada pensamiento.

Prende velas para exorcizar los males. Ora más y encuentra. Quema incienso de flores y miel, cáscaras de ajo, hojas de eucalipto y estoraque.

Una buena bruja cubre a sus hermanas. Las cuida como si cuidara de muchos alter egos, porque sabe que ellas son una con el universo.

Canta como un ave mañanera y sabe cuando debe hacerlo.

Se baña con agua de rosas y agua endulzada.

Debe llevar su cabello siempre suelto para que sus pensamientos fluyan libres a su propio ritmo.

Una buena bruja acaricia la cara del amado y su uña dibuja espirales en su cuerpo, una huella que nada le borrará.

Una buena bruja clavara sus uñas, espuelas o agujas en el cuerpo del amado, cuando su mirada y sus gestos hablen de otra bruja. Lo dejará vivir y disfrutará su agonía. Esperara paciente las nuevas promesas de amor, imploraciones, disculpas y sólo tal vez lo perdone.